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31 mayo 2006

Aburrido debate

Todos los años los españoles presenciamos como los líderes de los partidos políticos con representación parlamentaria se reúnen en el Congreso para debatir la situación política y evaluar la actuación del gobierno de la nación. Las posiciones de los dos principales líderes, como siempre, intentaron ahondar en las diferencias y aparcar para mejores ocasiones cualquier coincidencia o acuerdo, supongo que debían marcar diferencias, defender sus posiciones encontradas, y en definitiva justificarse ante sus afiliados y seguidores dejándolos contentos.

Sin embargo, todos los ciudadanos de a pie esperábamos algo más del debate e, independientemente de los contenidos, queríamos que estas figuras de la política demostraran sus dotes de oradores, con salidas oportunas y de tono, con frases agudas y hasta picantes, pero dándole vida al parlamento, provocando las risas, las carcajadas, los aplausos e incluso el pataleo. Con ello no quiero decir que haya que provocar y hacer espectáculo, ya que las formas y el respeto son fundamentales, pero para el pueblo y para los espectadores también es bueno darles cosas más salerosas y sabrosas, Y, hay que decirlo, lo de ayer no fue un debate histórico, no fue de los más movidos y apasionados, pues sus principales protagonistas se pasaron la larga velada, las exposiciones, réplicas y contrarréplicas, repitiendo el mismo discurso una y otra vez.

Quizá, y desde mi punto de vista, el actor principal de estos encuentros, el que debe de poner toda la carne en el asador y aprovechar su oportunidad, es el líder de la oposición, que en este caso demostró estar flojo de reflejos y muy poca cintura, limitándose a repetir una y otra vez las mismas ideas. Lo siento por usted pero ha perdido una oportunidad.

Del otro lado el señor presidente del gobierno tampoco estuvo excesivamente agudo y se limitó a dar datos, estadísticas y gráficos que aunque esclarecedores fueron de lo más aburrido.

Otra vez será, habrá que esperar al próximo año para que el animador de la sesión no sea el señor Marín, que una vez más demostró su poca cintura y mano izquierda y su excesiva seriedad y rigidez a la hora de dirigir estos debates.

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