La palabra cáncer y lo que conlleva era algo que parecía lejos de mí, creía que esa enfermedad no iba a afectarnos nunca, pero de pronto sin invitarla entró a formar parte de nuestras vidas. Fue algo inesperado y sobretodo sorprendente pues parece que se cebó en nosotros, en mi familia, primero mi sobrino que gracias a dios, a los médicos y a la ciencia parece que por ahora la ha vencido, pero después alcanzó a mi madre y casi inmediatamente a mi padre. Fue un año de desgracias, un 2005 que difícilmente olvidaré, porque significó la pérdida de los dos con dieciesiete días de diferencia.
También fue el momento de frustración y de desilusión con los médicos y la medicina, ¿ por qué ?, pues porque fallaron con mis padres, primero mi madre casi dos meses para encontrar lo que era, más de catorce pruebas todas negativas, días en los que me decían que era una enfermedad tratable y otros en los que me decían lo peor es un sarcoma de .... y no tienen solución. Con mi padre el diagnóstico fue más rápido pero las pruebas para determinar el tipo de tumor fallaron una detrás de otra, total que al final y después de tres meses de ingreso nos dijeron de que tipo era, y nos engañaron haciéndonos creer que con la quimioterapia podían pararse, darles un tiempo más de vida, pero no nos dijeron a costa de qué, cuál era la calidad de vida que les quedaba. Por eso siento decirlo pero del hospital Torrecárdenas de Almería me llevé una gran desilusión, en especial con los doctores especialistas, que no supieron detectar la enfermedad y que después no supieron darle lo que se merecían, es decir una vida mejor hasta el final. Pero es que además no supieron tratarlos como corresponde tanto a mis padres como a sus familiares, para ellos todo era censura, no podíamos decir, preguntar, .... pues nos metíamos en su “profesionalidad”, ser profesionales entre otras cosas significa reconocer que hay cosas que nos sobrepasan y que no sabemos solucionar, y en esos momentos debemos recurrir a otros colegas.
Gracias a los y las enfermeras, que se portaron maravillosamente y a las que estoy muy agradecido, pues fueron tiernas, comprensivas, atentas y profesionales mi concepto de ese hospital no ha salido tan mal parado, pero respecto de los médicos no quiero ni hablar.
Al final y gracias a las enfermeras nos los llevamos a casa y con la atención del médico y del ATS de cuidados paliativos, pudimos lograr que pasaran los últimos días de su vida en su hogar y sin enterarse de lo que venía. Ahora tan solo me quedan los recuerdos y los echo mucho de menos porque los quiero mucho.
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