Algunos fines de semana la actividad principal es la de asistir, desde el sofá, a los acontecimientos deportivos que se producen y los del último han sido espectaculares. Si hemos de enumerarlos comenzaríamos con el triunfo del Villarreal frente al Barcelona y el del Español frente al Real Madrid, ambos excepcionales ya que de alguna manera dieron vida a la monotonía del fútbol nacional en el que tan solo los grandes parecen contar.
Sin embargo, para los que nos gusta el deporte un acontecimiento como la final del mundial de rugby entre los equipos de Sudáfrica e Inglaterra fue una auténtica pasada, me asombraba al ver como auténticos mastodontes, muchos con más de cien kilos de peso eran capaces de correr, chocar, empujar, saltar y patear de esa manera, y sobretodo de forma continua durante los ochenta minutos que duró el encuentro. Hay que felicitar a los dos equipos por el esfuerzo que realizaron, aunque el partido fue más bien bronco y sin la espectacularidad de los ensayos que se produjeron en la semifinal entre Argentina y Sudáfrica.
Pero aún teníamos más, porque si bien el sábado Federer no falló y venció al alemán Kiefer, el que si nos dio una gran alegría fue David Nalbandian que se deshacía en dos sets del serbio Djokovic, tercero del mundo que había prometido que en Madrid lograría sobrepasar a Nadal en la carrera por el número uno. Sin embargo, el argentino aún nos tenía reservada otra sorpresa, pues no le bastó con vencer al número dos y al tres del ranking, sino que se presentó a la final y aún a pesar de haber perdido el primer set por 6-1, dio una autentica lección de buen juego, técnica, cabeza y garra dándole la vuelta al partido y batiendo al suizo en los dos siguientes sets, proclamándose campeón del Master de Madrid y volviendo a cautivar a los espectadores con su juego.
Y por fin llegaron las seis de la tarde del domingo 21 de octubre del 2007, la última carrera del campeonato del mundo 2007 de fórmula 1 debía dilucidar quién sería en nuevo campeón. Las cosas estaban claras para el novato Hamilton, primer piloto de color con opciones de ganar el campeonato, lideraba el mundial con ventajas de 4 y 7 puntos sobre sus principales rivales, pero no solo eso sino que en las series de clasificación de la semana había demostrado estar en forma, con un coche muy competitivo y saliendo desde el segundo lugar de la parrilla delante de Raikkonen y Alonso, tan solo tenía que mantenerse cerca de ellos para ganar, no debía entrar nunca en la pelea y asumir riesgos innecesarios, pero quizá la juventud con el ímpetu y la inexperiencia o, la ambición de demostrar en todo momento que era el mejor o el no poder soportar la presión hicieron que en las dos primeras curvas tras la salida no solo se viera adelantado por Kimi y Fernando, sino que en su afán de no permitirlo se pasó de frenada y se salió de la trazada pasando del segundo al octavo lugar y dañando temporalmente el coche, lo que le llevo a la decimoctava posición y a tener que realizar una carrera de locos con objeto de llegar al quinto lugar y mantener así su corona. Al final fue séptimo, al final no logró la corona de campeón, al final el niño mimado, criado y educado por la escudería británica para ser campeón no logró conseguirlo en su primera oportunidad y por fin, Kimi profesional donde los haya, piloto callado no amigo de las declaraciones, siempre en su sitio, logró lo que perseguía durante los últimos años. Tampoco ganó Fernando, quizá el mejor piloto del mundo, el más frío y calculador, el auténtico rey del circo, pero demostró en la última carrera cómo con un coche no competitivo, que parecía una tortuga en comparación con los Ferrari o con el coche de su “compañero”, era capaz de luchar ganando una plaza con respecto a su posición de salida y aguantando vuelta tras vuelta a que los Ferrari dieran el paso para coronar a Kimi, en una labor de equipo de la que algunas escuderías deberían aprender. La jugada de Ron Dennis de aprovechar la experiencia de Alonso, de su trabajo para conseguir un coche competitivo y en igualdad de condiciones con los Ferrari, para ceder la posición de líder a su pupilo y ahijado Hamilton poniendo en sus manos no solo una máquina ganadora, sino a un equipo completo de ingenieros y mecánicos y mediante una filosofía que basada en la falsa premisa de la igualdad entre pilotos, concedía en todo momento a su elegido la prioridad en las decisiones del día a día.
El mismo domingo leía en El País un artículo firmado por un periodista británico con el título de que los Ingleses odian a los malos perdedores, y creo que se lo deberían aplicar a Ron y Lewis, que ahora quieren ganar en los despachos lo que han perdido en la pista por la ambición y las tácticas partidistas.
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