Después de numerosos tiras y aflojas, posicionamientos extremos de gobiernos, empresas y Unión Europea, denuncias ante los tribunales, posicionamientos de algunas constructoras en el marco energético con la excusa de diversificar sus carteras, diálogos entre gobiernos que defienden sus intereses energéticos, cambios en las potestades y funciones de la CNE, discusiones y disputas entre partidos políticos que defienden a las empresas de sus comunidades, a las del país o simplemente se posicionan en contra como norma de actuación política,... Al final, las conversaciones entre los primeros ministros de los dos estados implicados, quizá el cambio en el ministerio de industria, las conclusiones a la que llegaron los 25 en la reunión de Finlandia en cuanto a la necesidad de una política energética común, y la posición inamovible de la UE en la defensa de la no existencia de fronteras económicas y empresariales dentro de la Europa unida, todo ello junto con la posibilidad de que España pueda hacer valer una especie de acción de oro en la defensa de los intereses energéticos nacionales,.... pueden haber sido las razones que han llevado al ministerio competente a eliminar las condiciones más restrictivas impuestas por la CNE y de esta forma dejar que sean los mercados y la CNMV las que manejen esta OPA, que puede significar un gran paso en la creación de una gran empresa europea en materia energética, la cual a pesar de tener matriz alemana sea capaz de comprender que su mercado fundamental es toda la UE y es ahí donde debe prestar sus servicios.
En Europa existen grandes empresas, muchas multinacionales, que son y deben ser las principales responsables de que la economía europea y la capacidad de innovación y de desarrollo tecnológico de nuestro continente no siga quedando rezagado ante la gran potencia norteamericana o ante la japonesa y, mucho menos ante las posiciones agresivas de las grandes economías emergentes que entre otras cosas a base de manos de obra barata y de legislaciones opresoras hacia sus trabajadores están escalando posiciones muchas veces gracias a la deslocalización de las industrias de otros países que acuden en busca de menores costos y de situaciones laborales menos o incluso no reguladas.
El mercado europeo es suficientemente amplio como para permitir que aquellos emprendedores, empresas y sociedades, con iniciativa, con imaginación y con ansias de abrirse camino ofreciendo productos y servicios no solamente novedosos sino de calidad contrastada crezcan en un gran espacio adquiriendo el tamaño necesario para acceder al resto del mundo. Para ello y aún con el “inconveniente” de mantener un estado del bienestar que puede restar recursos pero que es una consecución a la que no debemos renunciar los europeos, es necesaria la participación de las empresas e instituciones nacionales y europeas para que la formación, la investigación, el desarrollo tecnológico y en definitiva el I+D+I se constituyan en la base esencial para que nuestros países sigan estando en la cresta de la ola, dicho de otra forma sigan siendo competitivos.
La conclusión es que la UE es ante todo una unión económica, monetaria, con libertad de tránsito de trabajadores y empresas, y esa es la herramienta esencial para que los estados que aún consideran que sus intereses deben de primar sobre todo lo demás con objeto de mantener su estatus comprendan que el gran estado europeo es la base del futuro, que las fronteras son tan solo líneas en los mapas y que la ciudadanía europea exige dia a dia una Europa más coordinada en sus actuaciones, más unida, con mayor fuerza económica, que sea reconocida como potencia mundial y trabaje por el triunfo de los valores democráticos y la eliminación de los conflictos y las opresiones que afectan a los pueblos del mundo. La historia de nuestra vieja Europa exige a nuestros políticos y gobiernos ese esfuerzo.
En Europa existen grandes empresas, muchas multinacionales, que son y deben ser las principales responsables de que la economía europea y la capacidad de innovación y de desarrollo tecnológico de nuestro continente no siga quedando rezagado ante la gran potencia norteamericana o ante la japonesa y, mucho menos ante las posiciones agresivas de las grandes economías emergentes que entre otras cosas a base de manos de obra barata y de legislaciones opresoras hacia sus trabajadores están escalando posiciones muchas veces gracias a la deslocalización de las industrias de otros países que acuden en busca de menores costos y de situaciones laborales menos o incluso no reguladas.
El mercado europeo es suficientemente amplio como para permitir que aquellos emprendedores, empresas y sociedades, con iniciativa, con imaginación y con ansias de abrirse camino ofreciendo productos y servicios no solamente novedosos sino de calidad contrastada crezcan en un gran espacio adquiriendo el tamaño necesario para acceder al resto del mundo. Para ello y aún con el “inconveniente” de mantener un estado del bienestar que puede restar recursos pero que es una consecución a la que no debemos renunciar los europeos, es necesaria la participación de las empresas e instituciones nacionales y europeas para que la formación, la investigación, el desarrollo tecnológico y en definitiva el I+D+I se constituyan en la base esencial para que nuestros países sigan estando en la cresta de la ola, dicho de otra forma sigan siendo competitivos.
La conclusión es que la UE es ante todo una unión económica, monetaria, con libertad de tránsito de trabajadores y empresas, y esa es la herramienta esencial para que los estados que aún consideran que sus intereses deben de primar sobre todo lo demás con objeto de mantener su estatus comprendan que el gran estado europeo es la base del futuro, que las fronteras son tan solo líneas en los mapas y que la ciudadanía europea exige dia a dia una Europa más coordinada en sus actuaciones, más unida, con mayor fuerza económica, que sea reconocida como potencia mundial y trabaje por el triunfo de los valores democráticos y la eliminación de los conflictos y las opresiones que afectan a los pueblos del mundo. La historia de nuestra vieja Europa exige a nuestros políticos y gobiernos ese esfuerzo.
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