En los últimos años estamos asistiendo a una simbiosis entre violencia y deporte, que nos aleja de los primeros años en los que el Fair Play era inherente a su práctica. Violencia que no solo practican los seguidores ultra de los distintos equipos, la mayoría de ellos por cierto subvencionados e incluso aupados por los mismos clubes que quieren seguidores incondicionales de sus colores, sino que parten del juego en sí, me refiero claro al fútbol, donde los jugadores utilizan artimañas y realizan teatro provocando el error de los colegiados que se ven engañados y que no disponen en el siglo XXI de medios para poder dilucidar que es lo que realmente pasó.
Es curioso como en otros deportes se están poniendo medios para que no se produzcan escándalos arbítrales y las decisiones se apoyen bien en un mayor número de jueces o en las tecnologías que nos permiten repetir las imágenes desde distintos ángulos y decidir en base a ellas, o como en el fútbol americano en la que los árbitros justifican sus decisiones dirigiéndose al público explicando sus decisiones.
Esta claro que en el fútbol los dirigentes quieren seguir manteniendo la incertidumbre, el morbo que supone que los espectadores puedan descargar sus pasiones en esas figuras que normalmente visten de negro y que siempre se equivocan en contra de sus colores.
La pena es que lo que vemos en la primera división se traslada fácilmente a los jóvenes y a los niños que comienzan a practicar deporte y que se ven envueltos en situaciones similares, ya que incluso algunos entrenadores fomentan la pillería y justifican el juego sucio con el objeto de conseguir el triunfo. Si a ello le unimos la actitud de los padres que tan solo ven la paja en el ojo ajeno y están dispuestos en todo momento a justificar las acciones de sus hijos y entrar en su defensa utilizando cualquier medio.
Nos encontramos con un panorama nada alentador en el que o se toman medidas por los responsables, federaciones y organismos nacionales e internacionales, o difícilmente se pueden evitar situaciones como las de anoche en el estadio del At. Madrid. El deporte no solo es competición, es también un juego con el que disfrutan tanto el que lo practica como el que lo ve, y donde debería reinar el fair play tan publicitado en los encuentros internacionales por los carteles de la FIFA y de la UEFA, pero al que tan poco contribuyen sus dirigentes.