El fútbol es un deporte de pasiones, pero también de grandes intereses. Lo primero lo ponen los aficionados, llegando a extremos inconcebibles, lo segundo los dirigentes de los clubs, las federaciones,.. En este engranaje donde los jugadores son los protagonistas, existe una figura necesaria, pero controvertida, siempre protagonista normalmente para lo malo, ese señor de negro o de amarillo, que corre de un lado a otro, que tiene un silbato en los labios y que es el en segundos debe juzgar, bueno decidir, lo que ha sucedido. Este "policia" cuenta con la ayuda de dos linieres y de un segundo árbitro, pero las decisiones son suyas, y éstas no siempre son acertadas, para ello tiene la inestimable colaboración de los jugadores, actores que además hacen teatro, ya que su función no es solo la de jugar y contribuir a la victoria de su equipo, sino también la de perjudicar lo máximo posible al contrario fingiendo y teatralizando para que el señor de negro caiga en el error.
Amén de estas situaciones también existen errores que podrían solucionarse si se pusieran los medios tecnológicos en las manos de los árbitros, como ya sucede en otros deportes. Sin embargo, son muchos los intereses en juego y, uno de ellos es el morbo o la polémica, los árbitros cometen errores y favorecen o perjudican y alrededor de ésto se crea el escándalo o la polémica, los grandes equipos planifican sus declaraciones, las de sus jugadores e inician un segundo juego que consiste en el victimismo y en la presión, su objetivo es que las futuras decisiones de los de negro les sean favorables, el último ejemplo el jugador del Barcelona Piqué, que se permitió hablar de más y no fue ni amonestado, pero que consiguió lo que quería, por ejemplo que se le anulara un gol legal al At. de Madrid en la semifinal de la Copa.
Ante ésto, que los que dirigen, que los que se benefician, que los que tienen al deporte como una fuente de vida e ingresos decidan si merece o no hacer cambios que faciliten la labor arbitral y eliminen las polémicas.
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