Hacía años que se había producido el golpe de estado en Chile y habían asesinado al presidente Salvador Allende en la Casa de la Moneda, la disidencia chilena ayudada por los cubanos realizaron un documental en el que contaban la historia de la llegada al poder del presidente Allende líder de la izquierda libremente elegido, los días que siguieron, las luchas sociales, la lucha por la igualdad, las comunas que se formaban en los barrios obreros para poder sobrevivir, la intransigencia y oposición continua de la derecha que no permitía al gobierno ejercer su papel, incluyendo a la democracia-cristiana, la huelga salvaje del transporte y, por último la preparación del golpe por las fuerzas armadas apoyadas por los EEUU y sus servicios de inteligencia. Durante la sonada la policía, el ejercito y los servicios secretos investigaban la vida de todo el que pudiera pensar de manera diferente, de los políticos que habían actuado con el gobierno de izquierda, de los sindicalistas, de los cantantes y , también investigaban y perseguían a sus familias porque la ideología era como una enfermedad que se transmitía de padres a hijos. El documental se proyectó en el Teatro Cervantes, estábamos todos, con los puños en alto, cantando la internacional y otras canciones revolucionarias y, a la salida nuestro grupo tenía pensado desplegar una pancarta, eran momentos de lucha aunque los peores ya habían pasado y se respiraba cierta tolerancia. La pancarta duró poco, ya que los grises se encargaron de retirarla de inmediato.
Lo cierto es que los dos dictadores han muerto, los dos sin ser juzgados y condenados, los dos dejaron su rastro, cometieron atrocidades, los dos pisaron e intentaron aniquilar a sus detractores, pero los dos murieron sin pagar por sus culpas. Olvidar todo esto es difícil, especialmente cuando en tu entorno familiar y entre tus amigos se han dado casos de personas que han sufrido directamente la represión, la memoria no debe estinguirse, debemos aprender del pasado pues forma parte de nuestra historia. No debemos olvidar sino exigir desde la convivencia pacífica, desde el estado de derecho, las leyes que nos permitan resarcir a los que sufrieron incluso con la pérdida de sus vidas, a los que fueron juzgados por tribunales de excepción en los que no había posibilidad de defenderse y bajo leyes inexistentes, porque te condenaban por el simple hecho de defender el orden constitucionalmente establecido. No creo que sea mala una norma que permita anular las sentencias de esos juicios sumarísimos y, ello no significa que queramos despertar un odio ya superado a través de la Constitución del 78, ni mucho menos.
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