Las olimpiadas de Londres 2012 han finalizado con un sabor agridulce para los atletas españoles. La organización de los juegos puede calificarse como éxito, con las peculiaridades de la mentalidad inglesa que han aprovechado este acontecimiento mundial como escaparate de lo anglosajón y como reafirmación del nacionalismo británico, como si hubiesen recordado el esplendor de la antigua gran potencia.
Para el equipo olímpico español la cita no ha sido todo lo exitosa que se esperaba, las diecisiete medallas hemos de considerarlas pocas, con fracasos notables en el caso del fútbol y del atletismo, sorpresas agradables en deportes acuáticos: natación, waterpolo, vela y piragüismo, y en deportes de contacto como el taekwondo y, confirmación de lo esperado en baloncesto donde a pesar de perder dos partidos la selección se hizo un hueco en la final y dio la talla ante el "dream team" norteamericano.
No vamos a hacer sangre de la competitividad de nuestros atletas, supongo que todos se han esforzado durante cuatro años para poder ser seleccionados, pero si se ha de analizar casos como el del atletismo donde casi hemos desaparecido. Las olimpiadas son un magnífico escaparate donde hacer país, donde darse a conocer y representan un índice de nuestra posición en el mundo.
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